Hoy os traigo un par de reflexiones breves sobre aprendizaje y neurociencia. Hace unas pocas semanas asistí a unas jornadas sobre psicología y música que organizaba la Facultad de Psicología de la UNED aquí en Madrid y me guardé algunas notas que me gustaría compartir con vosotros.
Desde la neurociencia se extraen dos aplicaciones para la enseñanza que me parecieron muy relevantes para el día a día con nuestros hijos pero a tener en cuenta también el diseño de nuestras clases:
- El cerebro aprende cuando hay emoción, cuando se vincula afectivamente, ahí es cuando se «enciende» (visto en pantalla scanner). Esto explicaría porqué la investigación de Gerry, Unrau y Trainor* que os enlazo abajo descubrió que las clases de música con bebés debían ser activas e implicar que padres y niños interactuaran para que hubiera aprendizaje, y que ese aprendizaje no ocurría cuando la clase consistía en la escucha pasiva de música. Por eso en las sesiones de música en familia os ofrecemos un tiempo de relación con vuestro hijo y con el resto del grupo a través de propuestas de juego en el que el profesor es guía evitando el modo «show».
- Para conseguir la atención, para provocar las ondas beta que preceden al momento de máxima atención necesitamos que ocurra algo inesperado: la sorpresa. Y hay que entender esto en contraposición con la sobreestimulación a la que tiende nuestra sociedad de información frenética y soportes audiovisuales constantes. Lo ideal sería ofrecer a los niños menos estímulos pero mejor seleccionados y dejar un tiempo entre ellos para registrar lo recibido y aprehenderlo, volviendo a un estado de atención bajo. En las clases tratamos de mantener un difícil equilibrio entre las propuestas que cambian el foco de atención y sorprenden y los periodos en que la canción se mantiene para profundizar en su comprensión, sin olvidar los espacios para la creación y respuesta musical de los niños.
¿Y tú ? ¿Cómo crees que pueden ayudarte estos descubrimientos en la educación y crianza de tu hijo? En nuestra casa ya evitamos la sobreexposición audiovisual y también buscamos actividades sencillas pero significativas para nuestro tiempo en familia. Reservamos al menos un ratito a la semana para jugar juntos los cuatro. Cuando todo es nuevo, pintar con hojas secas puede ser asombroso a los ojos de tu hijo de dos años. En clase también jugamos a hacernos cosquilllas con plumas o batallas de soplidos con pajitas. Como veis, nada complicado. A veces ver a papá o mamá jugando ya les sorprende suficiente 🙂 ¿Cuáles son vuestras propuestas?
Os dejo la referencia al estudio citado arriba por si alguien tiene interés en profundizar sobre el tema y os esperamos en nuestros próximos talleres de música en familia 😉